Esta huelga no castiga a quienes sólo cogen el autobús y el metro, ni a quienes tienen coche, sino a quienes nos subimos a los taxis con frecuencia. Contra sus amigos más fieles CUANDO ESTO ESCRIBO, los taxistas madrileños llevan en huelga dos semanas y además bloquean zonas de la ciudad a su antojo. Ya hicieron otra hace seis o siete meses, y uno se pregunta cómo es que un gremio que depende —así lo cuentan sus miembros— de lo que trabajan y recaudan diariamente, con jornadas de más de doce horas para alcanzar lo presupuestado, se pueden permitir no ingresar nada durante tantísimos días. Hay “cajas de resistencia”, dicen; deben de estar repletas, para cubrir a quince mil conductores. No voy a entrar en el fondo de la cuestión porque ignoro demasiadas cosas sobre el litigio que los enfrenta con los VTC. Puede que los taxistas tengan toda la razón o ninguna, o —lo más proba...